Mucho se ha dicho sobre la importancia del lenguaje. Cada palabra tiene un poder en sí misma. Inclusive, las palabras y frases que empleamos llevan un código cultural, un sello de marca, un indicativo de qué decir en cuál ocasión y cómo.
Asimismo, las palabras tienen un impacto en nuestras emociones y percepciones. Si nos maltratamos verbalmente cada vez que fallamos o si mostramos compasión hacia nosotros mismos, es posible que nuestros niveles de felicidad se alteren de acuerdo a ese contenido de nuestras expresiones.
Ahora, juntemos esas palabras y expresiones en preguntas. ¿Qué obtenemos? ¿Qué respuestas gatillan?
¿Les ha pasado que cuando alguien les cuenta algo, uno siente esa necesidad de brindarles una solución a su problema? ¿No se han puesto a pensar que tal vez además de solo querer que los escuchen podemos estar interfiriendo con su proceso de aprendizaje a largo plazo?
Según un artículo publicado en The Harvard Business Review, en lugar de dar soluciones, podemos hacer las preguntas adecuadas para ayudar a esa persona a encontrar su propia respuesta, “preguntas que [le] inspiren… a pensar en nuevas formas, a expandir su visión…”.
Quisiera llevar esta misma lógica al ámbito personal. ¿Nos estamos haciendo las preguntas adecuadas? Nos preguntamos, ¿queremos estudiar o hacer o lograr o resolver tal cosa? O tal vez, preferimos algo como ¿cómo me va con tal asunto? ¿cuáles son las oportunidades de esto? Si algo me está o no funcionando, ¿por qué funciona o por qué no? ¿De qué otra forma podría encarar este reto? Si otro estuviera en mi lugar, ¿qué le sugeriría que podríamos hacer?
Las preguntas que nos hagamos pueden, y parafraseo a Judith Ross en su mismo artículo, abrirnos nuevos caminos, llevarnos a la reflexión, brindarnos claridad, desafiar nuestros supuestos y adueñarnos de nuestras soluciones. En otras palabras, dependiendo de las preguntas que nos hagamos, podremos enclaustrarnos en una única mirada o abrirnos a un mundo de posibilidades.
Los invito a que reflexionemos sobre nuestra vida y cómo o con cuáles preguntas la estamos encarando. Los invito a que expandamos nuestros horizontes mentales y nos brindemos flexibilidad y apertura a encontrar nuestras propias y nuevas soluciones.
Y tú, ¿qué te vas a preguntar?
Mi pregunta: ¿cómo puedo hacerme irrelevante? En otras palabras, como innovador y como lider, ¿cómo puedo permitir que otros puedan desplegar todo su potencial y energía para que exploren caminos inciertos con autonomía?
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Gracias Alberto por compartir tu pregunta. Me gusta el hacerse irrelevante. Recuerdo que una vez leí esta frase: “Para ser grande, hay que ser pequeño”. Espero tu pregunta te impulse a generar grandes resultados.
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